
Está tu grito tenso,
tu joroba ancestral,
la tenaz ilusión de hollar la roca
sin macular sus sacras desnudeces,
está el trajín de tus zapatos
cloqueando en los charcos de tus charcos.
Sin embargo prosigues,
martillo de ocho libras, barreta, dinamita,
como puñal sangrante en medio de la veta
vistiendo de crepúsculos
el tendón magistral de tu estatura.
(Héctor Borda Leaño)